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Las lágrimas de Ulises [Marcelo Saavedra Osorio]

Las lágrimas de Ulises

Siento tu llamado,
percibo el perfume de tu piel femenil, 
conozco el lenguaje de tu dulce voz,
acaricio tu larga cabellera cada noche, 
tejiendo sueños,
conociendo tu nombre antes de llegar aquí, 
me desvelo pronunciándolo,
bebo tu senos en cada intervalo de desvelo, 
mientras invoco la lujuria pretérita,
de tus ocasos huérfanos.

Y aunque ellos son solo efímeros momentos,
yo bebo eternidades. 
Me pregunto, ¿vale un alma esperarte con tanto denuedo?
Y aun conociendo el aciago destino, 
¿será promesa insensata, probar otra vida buscándote?
El tiempo resta, lo dice un suspiro de arena, gritando esclava en un reloj. 
El cansancio ha cubierto mis días,
de sombras inquietas, 
persiguiéndote en insomnes,
disparos de caricias. 
El viejo archivo añil me mostró tu vida,
Y aunque en ella, 
en esta, no estoy.
¿Puedo contentarme en la espera? 
Agito la copa de amarga hiel,
a cambio de conocimientos perpetuos, 
sin la esperanza de la dicha,
que un día fue prometida, 
a cambio de una nueva vida,
en que debías pagar, 
aquello no sancionado.
Yo escritor, tu guardiana de almas tristes. 
Estos templos se derriban solos de orfandad,
no existe quien los sostenga, 
y aunque las campanas replican sus caídas,
sus santos ya no tienen el coraje de mártires, 
sosteniendo sus arcos ojivales,
Y termino cada noche, 
más solo que mi propia, soledad.
Algunos dicen, 
tú solo eres un aracoreta de tu propio retiro.
!No! Cansado estoy de transmigrar, mi fe. 
Cansado estoy de tener esta infamante sed,
cansado estoy, 
de pagar sin sosiego esta terrible espera,
buscando esa vida eterna, que asegura mi llegada a casa, 
mi vieja morada,
luengo y azaroso ha sido, 
este viaje.
Y aunque el fiel Argos, 
ya no me recibe en mi hogar,
reparo con tristeza, 
en ese hombre que cuida mi vino,
no es capaz de reconocerme. 
Solo ella la diosa que sabia transfigura,
a la joven alma, en viejo para no morir a manos de otros. 
Esta noche pido perdón a los dioses,
y que las saetas mortales, 
atravesando los aros,
den cuenta de tus pretendientes, 
a ellos les condeno a la Estigia.
Yo solo quiero dormir, 
un momento en mi lecho,
en el nuestro, 
solo un momento,
contigo. 
Mañana desteje aquello hilado en esta noche,
pues también tu, 
no sabías que yo,
ya había retornado.

Derechos Reservados. Marcelo Saavedra Osorio.
En una Isla aciaga de 2014.

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